5/03/2010

El vendedor de globos

Cuando leí esta historia, recordé una canción de un grupo aleman llamado Nena: "Ninety nine red balloons" o 99 globos rojos, una oda a la guerra fría en plenos años 80. Me gusto mucho la moraleja de la misma y por eso la comparto...

Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de venta de cuanta cosa linda uno pudiera imaginarse.

Entre todas estas personas que ofrecían sus mercancías había un vendedor de globos. Los tenía de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.

En un momento en que toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estaba clarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora.

El primer niño gritó: ¡Mira mamá un globo!

Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.

Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que una tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le compraran un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando al vendedor, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.

Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos, miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si una honda angustia se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó cogerlo.

Te lo regalo, pequeño -le dijo el hombre con cariño, insistiéndole para que lo cogiera.

Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía.

Y el negrito le contestó, en forma de pregunta: Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube tan alto como los otros globos de colores?

Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía: Haz tu mismo la prueba. Suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.

Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.

Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita enrulada, le dijo con cariño: "Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color, sino lo que tiene adentro."

Anónimo

1 comentario:

Unknown dijo...

me encanta todo lo que escribes son palabras llenas de sabiduría.
¿Dónde puedo leer más aportaciones tuyas?