7/16/2008

Celebra la vida...

by: Axel Fernando

No se si soñaba,
no se si dormía,
y la voz de un ángel
dijo que te diga…

¡Celebra la Vida!

Piensa libremente,
ayuda a la gente,
y por lo que quieras,
lucha y se paciente.

Lleva poca carga,
a nada de aferres,
porque en este mundo,
nada es para siempre.

Búscate una estrella
que sea tu guía,
no hieras a nadie,
reparte alegría.

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!
que nada se guarda,
que todo te brinda.

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!,
segundo a segundo
y todos los días.

Y si alguien te engaña
al decir “te quiero”,
pon más leña al fuego
y empieza de nuevo.

No dejes que caigan
tus sueños al suelo
que mientras más amas
más cerca está el cielo.

Grita contra el odio,
contra la mentira,
que la guerra es muerte
y la paz es vida.

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!
que nada se guarda,
que todo te brinda.

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!,
segundo a segundo…

No sé si soñaba,
No sé si dormía,
y la voz de un ángel
dijo que te diga

¡Celebra la vida!
¡Celebra la Vida!
Y deja en la tierra
tu mejor semilla

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!
Qué es mucho más bella
cuando Tú me miras

¡Celebra la vida!
¡Celebra la vida!

.

7/05/2008

La Princesa


Una Historia de Walter Riso...

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura.

Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
“Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor… Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas… Ésa es mi dote…”
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
“Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposarás”.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos… Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:
“¿Qué fue lo te que ocurrió?…Estabas a un paso de lograr la meta…¿Por qué perdiste esa oportunidad?…¿Por qué te retiraste?…”
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:

“No me ahorró ni un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora... No merecía mi amor...”


...así siento que me han pasado los días, mi princesa no me ahorra ni uno solo, entonces no es mi princesa